8 de julio de 2013

Al fin y al cabo, ¿quién sufre?

A veces desearía encerrarme en un cuarto, donde no tuviera nada, donde solo estuviera yo. Perderme todo lo que pasa ahí fuera, que ya no me importa porque mi mundo está dentro, pero está mudo, ciego y sordo. 

Cada vez que intento hablar, me callan; cada vez que abro los ojos, me duelen; cada vez que escucho, no me gusta lo que oigo. 

Y entonces, ¿qué hago?

Me gustaría perderme lejos de aquí y, así, olvidar mi existencia.